Desde una cultura dualista, en la cual nosotros, como individuos, estamos separados del resto de individuos y del universo en toda su amplitud, esta frase parece hacer referencia a un mandato de aceptación del otro, a la vez que nos invita a mantener una autoestima igual de fuerte que el amor que sintamos por los demás. Pero… ¿y si en realidad no hubiera un “otros”? ¿Y si realmente esa frase nos invitara a considerar que las barreras que establecemos entre nosotros y el resto no existen en realidad?
Puede que existan en lo material, pero ¿y en lo espiritual? ¿Realmente se diferencia de alguna forma mi ser más profundo del ser más profundo de quien tengo al lado? Nuestra personalidad es un producto de nuestra experiencia vital y de nuestras predisposiciones biológicas, pero el SER, el EXISTIR, es algo genuino y desligado de toda trayectoria vital. Se existe, sin más. Se percibe el mundo incluso de una forma que va más allá de los sentidos. Se está. Se es.
Y en esa forma de ver el mundo, ¿en qué plano nos colocamos cuando estamos con nuestra pareja? ¿y cuando parimos un hijo? ¿y cuando ayudamos a un amigo? Se está produciendo una interacción con lo que ya somos. No son entes diferentes, no creamos una nueva vida, todo ya estaba ahí, de una forma u otra, todos estamos conectados con todo. Nuestro espíritu no tiene mi nombre, ni tiene una identidad. Somos recipientes llenados temporalmente con agua, cuando “morimos” el agua se va del recipiente, ¡pero el agua sigue existiendo! Este agua forma parte de TODO y por lo tanto, ¿qué diálogo establecen dos recipientes llenos de la misma agua? Hablan de tú a tú, de igual a igual, porque de forma esencial, son lo mismo.
Podemos perdernos en los detalles únicos de nuestra vasija, en sus cicatrices y en sus colores, y podemos sentir que nosotros somos unos recipientes diferentes a todos los demás. Y tendremos razón, pero ¿cuando el recipiente se rompa, seguirá existiendo el agua? ¿Por qué entender entonces que sin nuestro recipiente no somos nada? Sin ensimismarnos en nuestro recipiente… ¡lo somos todo! Somos el mar, somos el cielo, somos la humanidad entera y todo lo que hay en el universo.
En realidad, no es que debamos amar al otro como a nosotros mismos; en realidad, amar al otro no es otra cosa que amarse a sí mismo. La relación sexual no es un acto biológico y mecánico solamente, sino que es una forma más de interacción entre dos sujetos que son la misma cosa. Ser tu amigo significa vernos como lo mismo y compartir la vida. Ser padre o madre de un hijo, es enseñar a vivir a algo que forma parte de ti… ¡y de todo! Porque nuestra mente temporo-espacial necesita compartimentar la realidad para vivir, pero ¿acaso necesitamos nosotros a nuestra mente para vivir?
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Difícil lo tenemos, en una época donde la máquina está sustituyendo al ser. La esencia se la oculta, se la disfraza, no interesa cultivarla. La vasija es el principio y el fin . Y…así nos va. Un cordial saludo .
Manuela.
Buenas tardes Manuela. Es cierto que estamos viviendo tiempos impersonales, donde parece que importa más lo que representamos que lo que somos. Pero creo que debemos saber ver también las ventajas de este mundo moderno. Ahora es más fácil si cabe estar en conexión con todo el planeta, con otras formas de vida y con otros mensajes. Eso nos hace ver, más que nunca, que el extranjero no es alguien ajeno llegado de otro planeta, sino que como explico en esta reflexión, todos formamos partes del todo.
Puede que la vasija sea el principio y el fin de todo, pero aunque lo neguemos, somos algo más que nuestra vasija, y eso es algo que siempre será así. Aunque el resto no sea consciente de esto, podemos seguir conectando de alma a alma ¿no crees? Todos los que llegamos a este espacio digital sentimos lo mismo: que somos algo más que nuestro envoltorio. Con todos ellos, y con nosotros, tienes la oportunidad de establecer un diálogo sincero y trascendental.
Un saludo Manuela.